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El Museo de la Alhambra es uno de los espacios menos conocidos del complejo monumental. Ocupando el ala sur del Palacio de Carlos V, es el lugar que mejor nos puede hacer interpretar el pasado nazarí y andalusí de Granada y su entorno.
Pese a no tener la popularidad de otros rincones del monumento, su visita es realmente obligatoria. Las piezas que contiene, de extraordinario valor patrimonial y belleza, no dejan indiferentes a sus visitantes y nos retrotraen a una realidad pasada de forma muy fiel. Sin duda, es uno de los mejores entornos museísticos de Andalucía y España.
De sus innumerables fondos queremos destacar 4 de sus piezas más icónicas. No son las más conocidas, pero sí que son algunas de las más interesantes, curiosas o llamativas.
El Peinador de la Reina es una de las partes de la Alhambra que por su estado de conservación o por cuestiones de accesibilidad no suele ser visitables para el público en general. Se construyó en torno al 1537 sobre la Torre de Abu l-Hayyay y su denominación se debe a que fueron los aposentos de la Emperatriz Isabel, esposa de Carlos V. Su solería destaca porque es una de las pocas originales que se conserva de todo el conjunto monumental.
Una parte de esta, conservada en el museo, refleja una serie de formas, imágenes y colores bastante llamativos. Destaca una pareja compuesta por un hombre y una mujer entre motivos geométricos, triangulares y vegetales. Ambos sostienen un escudo nazarí y junto a ellos aparecen unos cápridos, dos cisnes enfrentados o un jinete derribado. Sin duda, una serie de fragmentos que nos permiten interpretar mejor esta estancia.
El conocido como ataifor fatimí del elefante es una de las piezas cerámicas más icónicas del museo. Datada entre finales del siglo X y principios del XI, se trata de un recipiente elaborado a torno con reflejos blancos y dorados, que destaca por el gran elefante que se representa justo en su centro.
Más allá de su utilidad durante las comidas, es una pieza llamativa por su decoración, por sus exquisitos motivos y su buena manufactura. Su técnica es realmente compleja, algo apreciable en las formas vegetales en dorado sobre blanco con tallos, espirales y frutos trilobulados que rodean al animal. Una muestra del arte que se desarrolló en Egipto durante el gobierno de la dinastía de los Fatimí (909-1171), la responsable de la creación de la ciudad palatina de El Cairo y del esplendor artístico egipcio.
Independientemente de lo técnico, el ataifor simboliza las conexiones entre el norte de África y Al-Ándalus, el producto más directo de las relaciones políticas y los flujos comerciales. Un pedacito de arte fatimí que puede contemplarse en Granada y que es de una belleza extraordinaria.
Uno de los vestigios más reconocibles de lo que fue la industria textil hispanomusulmana es el tejido de los leones coronados. Una pieza datada en el siglo XV y hecha en seda, que representa a una serie de leones coronados enfrentados, entre los que se encuentra una piña.
Es una muestra de la influencia gótica que se experimentaba en aquel momento, una evolución que se evidencia a partir del periodo morisco. Como este fragmento, existen varios repartidos por diversos puntos del mundo, que han sido contextualizados y estudiados gracias a fuentes escritas y a la labor de determinadas colecciones privadas.
En esencia, es una clara prueba de la importancia de la industria textil hispanomusulmana y de la belleza que esta poseía. En la pieza tienen un lugar principal los leones, ese icónico animal tan vinculado a lo nazarí y a la propia Alhambra que representaban el poder, la vigorosidad y majestuosidad del gobernante. Un ejemplo de ello se aprecia a simple vista en el Patio de los Leones.
Finalmente, esta pila es el ejemplo más claro de cómo el Museo de la Alhambra no alberga solo restos o vestigios de lo que fue la Granada nazarí. Su historia es la de una pieza única que acabó de abrevadero y siendo transportada por diferentes puntos de la provincia de Granada.
En su origen, se trataba de un elemento ornamental y funcional. Proveniente de uno de los patios los palacios de la época de Almanzor, se solía colocar en el centro de uno es estos espacios, donde el agua fluía a través de ella. Probablemente realizada en el siglo X, fue esculpida en un solo bloque de mármol. Sus relieves nos muestran el árbol de la vida, aves acuáticas, cenefas de epigrafía cursiva, leones atacando a ciervos y cabras, el águila cazadora, liebres, y decoración vegetal. Una iconografía que rompe con lo planteado muchas veces sobre las limitaciones del Corán a la hora de representar figuras antropomorfas.
Con la fragmentación en taifas del califato, el rey Badis ben Habús la trasladó a Granada en el siglo XI. No se sabe exactamente qué uso tuvo en aquellos momentos. Su rastro se recupera cuando ya se encontraba en la Alhambra, pues sirvió como abrevadero en el foso de la Torre de la Vela. Los daños que sufrió son fácilmente apreciables, consecuencia de sus continuos viajes y diferentes usos.
Como podemos ver, estas cuatro piezas del museo son una muestra de datos y acontecimientos relacionados con la Alhambra que por lo general se desconocen. Un patrimonio material fácilmente visitable que forma parte de una gran colección que permitirá a toda persona interesada conocer mucho más en profundidad un pasado no tan lejano.