El tratado de Fontainebleau (1807) permitió a las tropas napoleónicas la invasión de Portugal. Todo ello con el beneplácito de España, que facilitó el paso del contingente francés por su territorio. En teoría, el Estado español obtendría como recompensa la parte sur del territorio portugués, algo que nunca ocurrió. Napoleón no cumplió con lo pactado y finalmente decidió invadir toda la península, todo ello ante la incapacidad de Fernando VII. Esto originaría un conflicto desde 1808, en el que buena parte del pueblo español se levantó contra los invasores y su nuevo monarca, José I, hermano de Napoleón.
La invasión napoleónica afectó de forma importante a Granada. Concretamente, la Alhambra fue uno de los escenarios principales del conflicto en la provincia.
Las tropas francesas del IV Cuerpo de la Armada francesa llegaron a Granada el 27 de enero de 1810. Lideradas por Horacio Sebastiani, esta ocupación formaba parte del plan militar napoleónico de expandirse por el sur de la península.
Desde ese frío día de enero, las tropas de Sebastiani habitaron la ciudad durante dos años. La Alhambra se convirtió entonces en el cuartel militar de referencia en Granada. En ese momento el conjunto monumental que conocemos a día de hoy se encontraba abandonado, lleno de escombros y profundamente descuidado. Si bien las tropas francesas repararon y “restauraron” ciertos espacios, también destrozaron y acometieron cambios en otros.
La funcionalidad de los diversos espacios de la Alhambra cambió radicalmente. Por ejemplo, el recinto de la Alcazaba acabó convirtiéndose en una prisión militarizada y el Convento de San Francisco se transformó en un lugar de refugio para los soldados. Por otro lado, la Iglesia de Santa María de la Alhambra y el Palacio de Carlos V acabaron convertidos en almacenes.
La Silla del Moro, el Cerro del Sol, los Alixares y Torres Bermejas se utilizaron como espacios de vigilancia en los que se colocaron cañones y piezas de artillería. Se dispuso también en el entorno del recinto amurallado una importante fortificación. Con esto, el ejército francés buscaba prevenir posibles insurrecciones en la ciudad.
José Bonaparte al parecer dotó a la Alhambra de cierto presupuesto para su conservación y mejora. Como ya se ha mencionado, en ciertos aspectos se intentó reparar y “restaurar” partes del conjunto monumental. Algo que realmente no fue eficiente y que causó importantes degradaciones a posteriori. Esto ocurrió, por ejemplo, en espacios como el Patio de los Leones, donde el suelo fue sustituido por un jardín de rosas y jazmines, un cambio que causó importantes daños a largo plazo.También se intentó recuperar buena parte de la infraestructura hidráulica. Además, en la ciudad se construyó el “Teatro Napoleón”, posteriormente llamado Cervantes, y el conocido como Puente Verde. En conclusión, hubo interés por conservar y reparar ciertos espacios, es cierto, pero también sufrieron importantes desperfectos otros tantos.
A su vez, los soldados allí instalados utilizaron como combustible la madera de artesonados, imágenes, armaduras, puertas y otros elementos de este material. En lo que se refiere al expolio, no pareció alcanzar niveles tan altos como en otros puntos de España. Un caso conocido es el de los centenares de obras que se enviaron a Francia desde el Monasterio de El Escorial.
La realidad es que Napoleón y sus militares más cercanos se lucraron bastante del patrimonio español. Pero, en lo que se refiere a la Alhambra, no sufrió tanto estos actos como otros rincones.
En el Patio de los Aljibes se conserva a día de hoy el vestigio más reconocible de este periodo. Una placa conmemorativa en la que se puede leer:
“A la memoria del cabo de "Inválidos" José García que con riesgo de perder la vida salvó la Reina de los Alcázares y torres de la Alambra en 1812”
Esta hazaña de la que se habla posibilitó que podamos seguir viendo a día de hoy la mayor parte de la Alhambra. Fue acometida por el cabo José García, un héroe del que se sabe poco más que su nombre y que era manco y cojo. También se conoce que formaba parte del Cuerpo de Inválidos del Ejército español, que fue creado para combatientes que habían sido mutilados, de ahí que sea conocido como “el soldado inválido”.
Su intervención, casi una leyenda, se produjo cuando las tropas francesas se retiraban de Granada en 1812. El avance del ejército español hizo que los invasores se fuesen de forma apresurada de la ciudad. Antes, como solían hacer con la mayoría de espacios fortificados que habían habitado, prepararon una serie de cargas explosivas de pólvora.
Se volaron los lugares puramente defensivos, en torno a once torres entre la que se incluía la Torre de los Siete Suelos o la Torre del Agua. Al parecer, el cabo García interceptó este reguero de pólvora antes de que llegase a la zona palaciega. Según las habladurías, con su propio cuerpo, esto le mereció la mencionada placa. Además, desde entonces y hasta 1996 el Cuerpo de los Inválidos se dedicó al cuidado y la seguridad de los entornos de la Alhambra.
Realmente, pese a ser un corto periodo, los años de ocupación napoleónica dejaron marcas a día de hoy visibles en la Alhambra. También hay piezas en el Museo de la Alhambra que nos relatan lo ocurrido hace 200 años. Un ejemplo es el Yamur que perteneció a la mezquita Almanzora, que conserva varios impactos de bala. En esencia, podríamos decir que este fue un periodo de la historia del recinto monumental que ha determinado en buena medida su realidad actual.
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