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El curioso relato fue escrito por John J. Healey y posteriormente difundido por el periodista Diego Carrasco en el número de septiembre de 1986 de la desaparecida revista 'El Europeo'. Cuenta Healey que cuando Walter P. Chrysler encargó a William Van Allen que diseñara un edificio para la Chrysler Corporation, en 1928, el secreto era de la mayor importancia. El rascacielos constituía aún un concepto atrevido y nuevo. Chrysler quería tener el edificio más alto del mundo. A fin de eludir a los espías de otras firmas, se decidió edificar y probar un modelo definitivo en un país extranjero.
«Gracias a una amante de Chrysler, una belleza de Granada, de familia bien, la elegida para el proyecto resultó ser España. Más específicamente, se convino que todo el trabajo se llevase a cabo en dos enormes túneles cuya existencia era conocida sólo por unos pocos privilegiados».
Estos amplios espacios subterráneos los localizó en la Alhambra, unos túneles que tenían aproximadamente un kilómetro de longitud y habían sido hechos por los moros en 1394, para conectar las estancias palaciegas nazaríes con el Generalife. «Se accedía a ellos -prosigue Healey- a través de una amplia bóveda hallada en los sótanos del edificio que por entonces ocupaba una discoteca, el 'night club' El Rey Chico, cerca del Paseo de los Tristes, y tanto hombres como herramientas entraban y salían siempre de los túneles de noche donde los diversos diseños y materiales fueron puestos a prueba durante un periodo de dieciséis meses».
Mientras Granada dormía, en el recinto alhambreño, debajo de sus cimientos, muy hondo, crecía como un inmense cohete plateado la réplica del famoso edificio neoyorquino.
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