Tuvo el Generalife en la Edad Media de Al-Andalus al menos dos puertas exteriores. Una, en la Cuesta de los Chinos, que enlazaba con la fortaleza de la Alhambra. La otra puerta exterior estuvo situada en el lugar conocido modernamente como la Mimbre. Esta entrada ha sufrido numerosas transformaciones, la principal de ellas la creación de un amplio Paseo de Cipreses, reformado en 1862 para la visita de la reina Isabel II.
La construcción más emblemática del conjunto es el Patio de la Acequia. Se trata de un recinto alargado atravesado en su eje mayor por la canalización de la Acequia Real que lo convierte en un patio de crucero, pues en su eje aparecieron en 1959 los restos de una pequeña glorieta central y del jardín original, que estaba dividido en cuatro parterres octogonales, aun nivel inferior de los paseos. En los muros que canalizan la Acequia han quedado doce caños de los que siete conservan elementos nazaríes para el riego, todo ello modernizado en el siglo XIX con los surtidores cruzados que tanto han popularizado el jardín.
Originalmente el Patio de la Acequia estaba cerrado al paisaje, pero en época cristiana se le abrió un estrecho y largo corredor que le ha dado unas hermosas perspectivas. En el intradós de los arcos que comunican el corredor con el patio se ha conservado pintado el escudo de los Reyes Católicos con el yugo y las flechas, y su tema «Tanto Monta...».
La única abertura original del Patio al exterior es el pequeño mirador situado en el eje del recinto y que conserva el alféizar de las ventanas a un nivel bajo, como era característico de los musulmanes, para divisar el paisaje sentados en el suelo.
En el otro lateral del Patio se alinean dos viviendas con sala baja y planta superior, del tipo de las existentes en el Patio de los Arrayanes pero más reducidas.
Al fondo del Patio se encuentra la Sala Regia precedida de un amplio pórtico de cinco arcos, mayor el central, tan característico de la arquitectura nazarí. Ambas estancias, unidas por un triple arco con finas columnillas y capiteles de mocárabes, tienen preciosas yeserías y techumbres, especialmente el de la galería, cuajado de capulines.
A principios del siglo XIV se le añadió a la Sala una torre-mirador que avanza sobre la cuenca del río Darro con unas hermosas perspectivas de la ciudad, el Albaicín y el Sacromonte.
El edificio tuvo una planta superior que fue ampliada por los Reyes Católicos y sobremontada después por una extensa galería abierta que desfiguró el conjunto.
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